Espacio de exploración teórica
Desde una intención por expandir mi experiencia espiritual con el mundo y los árboles, me adentro en una serie de textos que encarnan mi mirada sobre el mundo y mi tránsito en el espacio natural. En una antología de ensayos libres de tono poético, de aproximadamente diez fragmentos, exploro la posibilidad de significar mi existencia a través del árbol. En cada escrito, se exploran diversos temas, relacionados con mi experiencia de vida, las cuestiones que me atraviesan, con el fin de utilizar el texto como medio de catarsis; así como Montaigne plantea que el ensayo, más que un medio intelectual, es una plataforma para explorar el interior de uno mismo, a través de un formato reflexivo y dialéctico, mas un tratamiento poético, “Tejido de Árboles” es un reflejo de mi interior.
El árbol, como símbolo central en mi experiencia espiritual, ha sido un elemento recurrente en momentos de cambio profundo y vacío existencial, cuya significación espiritual se adapta de manera sensible y múltiple a cada encuentro. Es por eso que mis palabras se declaran a forma de ensayos poéticos que exploran mi existencia inspirada en mi conexión con los árboles. En el contexto académico y teórico, me atraviesa el formato literario de ensayo poético, por lo que debo sustentar movimientos retóricos y argumentales desde tal estructura en fondo y forma. Con respecto a un contexto espiritual, mis exploraciones se navegan desde un yo inscrito en circunstancias sociales, políticas, económicas, identitarias, así como condiciones intelectuales y de experiencia propias, que delinean el punto de partida. Esos ámbitos incluyen espacialidad geográfica, referencias culturales, identidad de género, etc.
En mi experiencia, la significación existe en relación al vacío y hay una ruptura por la naturaleza múltiple de los símbolos y experiencias. El principal elemento en constante quiebre soy yo, y lo que me motiva a la exploración es la potencial transformación de la conciencia, el qué tanto se puede extender el conocimiento interior a partir de la sensibilidad. En su obra de ensayos, Montaigne plantea que la naturaleza del ser humano es cambiante y su condición lo orilla a la conversación como espacio de desarrollo argumentativo. En el libro III, capítulo XIII, Montaigne plantea que “Ningún deseo más natural que el deseo de conocer. Todos los medios que a él pueden conducirnos los ensayamos, y, cuando la razón nos falta, echamos mano de la experiencia, que es un medio mucho más débil y más vil; pero la verdad; es cosa tan grande que no debemos desdeñar ninguna senda que a ella nos conduzca”(424). La libertad se debe “liberar” de su inscripción en la hegemonía moral, y se debe habitar en la experiencia de forma presente. Los símbolos que habito a través de mi escritura se expresan en el espacio botánico y se tejen en presente con un yo despierto, activo y disponible al accidente de su naturaleza.
La duda que se intenta resolver surge de una inquietud personal, mas puede haber una lectura universal, pues son cuestión epistemológicas que atraviesan la experiencia de un andar con consciencia (o intenciones de desarrollar un pensamiento crítico y sensible a una vida actual). Quisiera generar un impacto en el camino espiritual y de consciencia de mis lectorxs, que no solo logren identificar perspectivas diferentes en los árboles o los planteamientos que expongo en mi obra, sino que también puedan hacer ese ejercicio relacional en sus propias vidas.
A partir de los teóricos Pedro de Haro, Heidegger y Deleuze, pretendo justificar mi exploración en el ensayo, su devenir y su posible significación relacional, con el método de poética libre de Walt Whitman y el símbolo de la naturaleza.
En lo teórico, debo hablar de La teoría del rizoma de Deleuze y de los términos: posibilidad, conexión, heterogeneidad, multiplicidad, ruptura, calcomanía y cartografía. También, en relación a la existencia y su posibilidad relacional: Naturaleza, espiritualidad, filosofía, yo, encuentro, experiencia, significación. Los elementos que quiero introducir, sin orden específico, y que quiero explorar por medio de metáforas de árboles, son: amor, juego, lenguaje, poesía, espíritu, posibilidad, danza, dios, cuerpo, herida, risa, sensibilidad, pintura, encuentro, otredad, literatura, movimiento, bici, correr.
I
Este capítulo sienta las bases teóricas de la tesis, explorando la relación entre la experiencia personal, el símbolo del árbol, el concepto de “cuerpo sin órganos” (CsO) de Deleuze, y la idea del rizoma como modelo de significación. Este capítulo es crucial porque establece el vocabulario conceptual y las herramientas analíticas que permitirán interpretar y dar sentido a los ensayos poéticos de mi obra creativa.
En la esencia de una experiencia, existe el vacío de un ser que busca ser nombrado en código. La existencia es un fenómeno relacional que explora su potencia en otros fenómenos de manifestación que se entrelazan con la experiencia del ser sensible, el ser con perspectiva. La filosofía es el refugio de toda aquella inquietud consciente por nombrarse ante un ente que simula o disfraza certeza en un código ante el vacío vulnerable del ser que habita el mundo en constante movimiento. Esa urgencia por explorar su nombre se traduce de forma literaria en diversas posibilidades que recurren al formato escrito de la palabra, pues la literatura es un espacio donde la Palabra juega a ser verdad, y, por ello, un ser desconocido de sí mismo, puede nombrarse ante el reflejo el símbolo que tiene plasmado en el espejo de la frente. Por eso llamamos sabios a todos tales textos que se disfrazan de certeza, que recurren a la experiencia sensible de aquel inocente y limpio verbo en eterna continuidad que vislumbra un deseo de estática temporal. A lo largo de mi vida, diversos detonantes han transformado mi experiencia espiritual; el símbolo más potente ha sido el árbol, que se ha presentado en eventos de profundo cambio, cuya constante ha sido un vacío existencial. He encontrado que la significación espiritual que le he depositado al significante, se expresa en el campo del vacío, lo que permite que el disfraz sea múltiple y sensible a cada encuentro, por eso, la forma más adecuada para dar un argumento es por medio de la poesía. En mi experiencia sensible, el árbol ha fungido como el símbolo que cuida mis espacios, donde me refugio para hacer nombre mi herida, donde exploro mis posibles significancias en esencia de su naturaleza, de su semilla y ronco, de su rama y hoja, de su copa y nombre. El árbol es mi encuentro con todo aquello que, sin él frente a tal entendimiento, es ajeno. Aunque, trascendiendo la carencia, el árbol para mí es encuentro de una totalidad presente, donde el estado de la consciencia trascendental se juega en la verdad y todo aquel movimiento se rompe en el tiempo. El árbol es símbolo de danza y risa eternas, de ciclos extáticos, a su vez vacíos sin deseo mas sí con las venas bombeando voluntad. El árbol me nutre la semilla de la muela en libertad de la raíz.
Este espacio de exploración creativa no es más que un paisaje para todas las flores de mis ramas, para que toda la flora de mi semilla tenga donde habitar. Y el espacio literario, inscrito en los márgenes de un ensayo poético, libre y filosófico, es el terreno ideal para exhibir ciertas dudas de mi camino identitario y espiritual. No pretendo exigir verdades en las bandas ajenas, aunque quizá sí es un posible espejo para todas las demás mentes de las que buscan un significado de sus accidentes autobiográficos en los brazos de un tronco.
Para justificar la importancia de esta exporación simbólica y filosófica en el contexto de la creaciónliteraria, recurro a Montaigne que, en su obra Ensayos, define el ensayo como el espacio en donde el ser humano se dispone de tal forma vulnerable al intercambio de ideas y a la expansión de la consciencia, pues, en su organicidad cambiante, las ideas se exponen, se interpretan, se reformulan y se ensayan en pos de una filosofía propia. “La piedra es un cuerpo: mas quien apurase siguiendo, «y cuerpo ¿qué es? – Sustancia.- ¿Y sustancia?», y así sucesivamente, acorralaría por fin al que respondiera en los confines de su calepino. Una palabra se cambia por otra, a veces más desconocida que la primera; conozco mejor lo que es Hombre, que no lo que es Animal, Mortal o Racional. Para aclarar una duda se me propinan tres; es la cabeza de la hidra. […] Comunicamos una cuestión, y se nos facilita una colmena. De la propia suerte que ningún acontecimiento ni ninguna (429) forma se asemejan exactamente a otras, así ocurre que ninguna cosa difiere de otra por completo: ¡ingeniosa mezcolanza de la naturaleza! Si nuestras caras no fueran semejantes, no podría discernirse el hombre de la bestia; si no fueran desemejantes, tampoco se acertaría a distinguir, el hombre del hombre; todas las cosas se ligan mediante alguna similitud; todo ejemplo cojea, y la relación que por la experiencia se alcanza, es siempre floja e imperfecta (430). En ese sentido, la naturaleza de la idea, así como la del ser, es cambiante y se expresa por medio de la palabra que se transforma. no pretendo implorar una verdad con mis indagaciones. Este camino es un espacio de apertura, es una semilla en fértil suelo, es una pregunta en un sueño. En el caso de mi obra y sus actores, yo soy el narrador y el narratario está implícito en mi obra, pues es casi una segunda voz de mi consciencia. El actor principal, o sea la voz operadora, ejerce poder sobre los códigos.
El ensayo es un espacio de vulnerabilidad donde el ser humano intercambia ideas, amplía su consciencia y ensaya una filosofía propia. En su naturaleza cambiante, las ideas se transforman mediante la palabra, que nunca alcanza una verdad absoluta, sino que abre caminos hacia nuevas preguntas y posibilidades. En mi obra, asumiendo el papel del narrador, la voz operadora ejerce poder sobre los códigos y el narratario se convierte en una segunda voz de mi consciencia.
Según Pedro Aullón de Haro, en “El género ensayo, los géneros ensayísticos y el sistema de géneros”, el ensayo se sitúa en un espacio intermedio entre los géneros artísticos y científicos, destinado a la reflexión crítica y la presentación de ideas. En mi obra, opto por ensayos breves que forman un universo horizontal y rizomático, reflejando la naturaleza intermedia y reflexiva del género ensayístico.
En relación a la significación de Deleuze para nombrar la naturaleza relacional de las cosas (si es que las podemos disfrazar en órgano / organizacional) el rizoma es la manifestación orgánica que mejor representa el encuentro de las ideas en el campo de nuestro entendimiento. Es decir, los términos que mejor evocan una plena teorización son: posibilidad, conexión, heterogeneidad, multiplicidad, ruptura, calcomanía y cartografía, todas características del fenómeno experiencial que, en esencia, nutre el entendimiento de mi experiencia al relacionarme con el mundo a través del símbolo del árbol. Este estudio literario es efectivo a través del entendimiento del concepto de Deleuze porque todas ramas atraviesan la historia de mi nombre. En relación a la conexión y heterogeneidad, En mi proceso creativo, todo elemento se relaciona a partir de la perspectiva y la experiencia con respecto a los fenómenos expuestos en texto y referencias. Exploro ideas que me han atravesado en momento íntimos y procesos críticos de mi desarrollo intelectual. Las influencias que utilizo son materiales históricos, obras pictóricas, y experiencias individuales. Estos elementos son heterogéneos e interactúan entre sí por ser adyacentes y accidentes del cuerpo (en relación a la experiencia y la mirada) y las conexiones generan nuevas posibilidades y significados. Cada ensayo y significación es de naturaleza múltiple, y mi proceso permite múltiples entradas y salidas, pues los constantes cuestionamientos se tejen con diversos argumentos con orígenes distintos entre ellos. Constantemente juegan nuevas dimensiones que alimentan la posibilidad de ser más o ser menos, en relación a la potencia, volúmen y vacío que en las dudas se contienen.